Thursday, March 18, 2010

Un cubano, que en vida fue muy bueno, al morir, como era de esperar, fue al Cielo. Llevaba más de mil años disfrutando de la eternidad cuando un buen día le dijo a Dios:

–Dios mío, quisiera que me permitieras conocer el Infierno por una noche, para saber cómo es ese lugar.

Dios, en su infinita bondad, le dijo:

–Si es tu voluntad, que así sea.

Nuestro buen hombre se fue esa noche al Infierno. Bajó hacia su entrada por unas escaleras de mármol blanquísimo. Vio por doquier luces de neón y una puerta se abrió de manera espectacular, dando paso a un Edén surcado por ríos de ron, whisky, champagne, y atestado de las mujeres más hermosas que jamás hubiese visto, todas desnudas y llamándolo. Bebió a lo bestia, comió cuanto quiso. En fin, pasó la mejor noche de su vida y regresó de madrugada al Cielo.

A la mañana siguiente, habló con Dios y le manifestó su deseo de mudarse
definitivamente al Infierno.

Dios, en su infinita misericordia, nuevamente aceptó.

Arreglados sus asuntos burocráticos de empadronamiento celestial, a la semana estaba camino del Infierno.

Bajó las mismas escaleras y se abrió nuevamente la puerta, pero esta vez cayó en una gigantesca olla llena de azufre. Se hundió en ella mientras el Diablo lo punzaba con su tridente. Con mucho esfuerzo logró sujetarse al borde, sacó la cabeza y dijo al Diablo, que reposaba sentado en su trono:

–Señor de las Tinieblas, ¿qué es esto? Yo estuve aquí la semana pasada y todo era maravilloso.

Y el Diablo respondió:

–Tú, como cubano que eres, deberías saber que una cosa es ser turista y otra residente.

12 Marzo 2010
Categorías: Uncategorized . . Autor: Manuel Díaz Martínez

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