Friday, March 19, 2010

martes 16 de marzo de 2010
No hay harina ni vergüenza



¿QUÉ SE PUEDE ESPERAR DE UN Gobierno que no puede garantizar ni siquiera la harina para el pan nuestro de cada día? Las colas en las panaderías cubanas se asemejaban a las imágenes de la Segunda Guerra Mundial. Y para más falta de respeto, una funcionaria del gobierno dijo en plena televisión: “sí hay harina, el problema es que se está comiendo más pan del acostumbrado”. Lo que infiere, para continuar la burla de la funcionaria, que la ola de frío abre el apetito voraz a los cubanos por la hogaza. Algo para sugerir a los científicos que agreguen en sus próximas investigaciones tropicales.
Lo difícil y triste es ver al cubano soportar, a puro miedo, tras varias horas de espera e incertidumbre, por conseguir unos gramos de pan. Algunos, desconfiados, a veces en su desesperación, acalorados, dicen alguna palabra que, después de pronunciada, se arrepienten. Saben que en una celda se está peor. Saben que a su lado puede haber un colaborador (chivato), que lo señale a las autoridades y de esa manera asegure su pan. En este país hay que “saber” mucho para sobrevivir.
Cuando se filtra la sacada del horno, comienza la movilización, el empuje desorganizado, los gritos por alguna fuga de pan clandestino. Alguien por el fondo se mueve sigiloso con una jaba provista. Es algún familiar de los panaderos o un potentado que con mucha suerte compró a sobreprecio. Pero como una jugada magistral, para romper la mirada sobre el hombre que escapa por el fondo, abren la ventanilla y un alarido de guerra avisa que comenzará la venta. Todos gritan, ofenden si alguien intenta acercarse a un conocido o pretende colarse en busca de un posible hueco con el objetivo de llegar a la parte delantera; pero los violadores no escuchan, no les importa los insultos, el hambre es peor que la desvergüenza, y mantienen su empeño.
En minutos se acaba la oferta. Sin decir palabras cierran las ventanas. Vuelven los cuerpos a su posición inerte, pegando los cuerpos para defenderlos del frío. Nuevamente algunas palabras escapan y se autocensuran. Otra vez las miradas de miedo.
Y continúa la larga espera de este pueblo de hijos que nadie quiere.
Publicado por Los Hijos que nadie quiso en 13:48 3 comentarios

Thursday, March 18, 2010

Un cubano, que en vida fue muy bueno, al morir, como era de esperar, fue al Cielo. Llevaba más de mil años disfrutando de la eternidad cuando un buen día le dijo a Dios:

–Dios mío, quisiera que me permitieras conocer el Infierno por una noche, para saber cómo es ese lugar.

Dios, en su infinita bondad, le dijo:

–Si es tu voluntad, que así sea.

Nuestro buen hombre se fue esa noche al Infierno. Bajó hacia su entrada por unas escaleras de mármol blanquísimo. Vio por doquier luces de neón y una puerta se abrió de manera espectacular, dando paso a un Edén surcado por ríos de ron, whisky, champagne, y atestado de las mujeres más hermosas que jamás hubiese visto, todas desnudas y llamándolo. Bebió a lo bestia, comió cuanto quiso. En fin, pasó la mejor noche de su vida y regresó de madrugada al Cielo.

A la mañana siguiente, habló con Dios y le manifestó su deseo de mudarse
definitivamente al Infierno.

Dios, en su infinita misericordia, nuevamente aceptó.

Arreglados sus asuntos burocráticos de empadronamiento celestial, a la semana estaba camino del Infierno.

Bajó las mismas escaleras y se abrió nuevamente la puerta, pero esta vez cayó en una gigantesca olla llena de azufre. Se hundió en ella mientras el Diablo lo punzaba con su tridente. Con mucho esfuerzo logró sujetarse al borde, sacó la cabeza y dijo al Diablo, que reposaba sentado en su trono:

–Señor de las Tinieblas, ¿qué es esto? Yo estuve aquí la semana pasada y todo era maravilloso.

Y el Diablo respondió:

–Tú, como cubano que eres, deberías saber que una cosa es ser turista y otra residente.

12 Marzo 2010
Categorías: Uncategorized . . Autor: Manuel Díaz Martínez

Wednesday, March 17, 2010

MI HOGAR....Del poeta Juan C. Napoles Fajardo (El Cucalambe)

A la orilla de un palmar Que baña el fértil Cornito A la sombra de un caimito Tengo mi rústico hogar. Esbelto como un pilar Domina montes y llanos , El viento arrulla los guanos De su bien hecha cobija, Y esta habitación es hija De mi ingenio y de mis manos. Cuando la tormenta ruge, Cuando llueve y cuando truena, Ella resiste serena Del huracán el empuje. Es su cumbrera de ocuje, Sus llaves son de baría, Sus viguetas de jatía Y de guamá sus horcones: Hay pocas habitaciones Tan firmes como la mía. Con aites cerqué el redondo Y no pequeño batey, Donde un frondoso mamey Florece y pare en el fondo. En este asilo me escondo Con mi madre y mis hermanos; Siembro alegre con mis manos, La feraz tierra que abono, Amo a mi esposa y entono Mis pobres «cantos cubanos». Desde rocas y lagunas, Desde montes y sabanas, Oigo vibrar las campanas De la iglesia de Las Tunas. Sin pesadumbres algunas, Cuando acabo mi fajina, Mi habitación peregrina Bendigo una vez y dos, Porque en ella canto a Dios, A Cuba y a mi Rufina. Bajo este pajizo techo, Sobre este suelo precioso, En mis horas de reposo, Cuando alegre y satisfecho, Germinar siento en mi pecho La dicha y la bienandanza, Oigo el e lanza En el monte la cucuba Y el porvenir de mi Cuba Contemplo allá en lontananza. Este es mi hogar, en él vivo, En él los minutos cuento, Sin que turbe mi contento Ningún recuerdo aflictivo